7 oct 2011

EL ÁRBOL QUE QUISO SER MAR



Debía ser una especie de mago o algo por el estilo.
El caso es que se colocó frente al árbol muerto y alzó su mano retorciendo los dedos de modo que se asemejaran a las ramas secas de aquel. Transcurridos unos momentos su mano comenzó como a desmaterializarse. Su piel y sus huesos iban desapareciendo en el aire dejando solamente a la vista el entramado de venas y capilares que la regaban de sangre. Y a medida que la carne si iba volviendo nada, iba cobrando vida aquel árbol muerto, proporcionalmente como en una ley matemática inversa. Su madera, del color de la ceniza, adquirió un tono marrón como robado a la tierra. De sus ramas secas brotaron flores y luego frutos y lo mejor de todo es que sintió el árbol cómo un torrente de savia volvía a fluir de nuevo entre cada anillo que delataba su edad bajo la corteza.
Tal fue el intercambio de vidas, de energías y de seres, que el brazo del mago desapareció y solo se mantuvo al alto su sistema nervioso y fue entonces, por fin, cuando el árbol adquirió la capacidad de hablar, de reír y de amar, como cualquier persona que se te venga a la mente.
- ahora puedes mover tus raíces y andar, dijo el mago, descubre el mundo sin prisa pues llevas aquí cientos de años anhelándolo sin protestar. Yo permaneceré ocupando tu sitio con mi brazo convertido en árbol pues al bosque no le gusta que en su tierra haya huecos sin ocupar.
Entonces el árbol se fue. Caminó y conoció todo cuanto había deseado. Y llegó hasta la costa y quiso ser delfín, quiso nadar, quiso ser parte del mar. Y también vio gentes y animales y conversó con ellos y experimentó lo que se siente cuando regalas tu corazón y obtienes a cambio una carcajada y también creyó que el humo era su amigo pero cuando tropezó con sus torpes raíces tuvo que levantarse solo y dejó desde entonces un reguerito de savia a su paso.
Él solo quería cantar alegres canciones y sentir calor (pero no gracias a la hoguera hecha con su propia leña) y por eso cobijó bajo sus ramas a todo el que sentía frío o quería guarecerse de la lluvia, pero cuando abría sus ramas de nuevo sólo quedaba un hueco con varios nombres marcados en su madera a cuchillo.
Al tercer día volvió al bosque:
- envuelve tus venas en piel. Ya no quiero seguir sientiendo.

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